2.1 Desigualdades multidimensionales: tipos y definición
Desde los años 2000 hubo un cambio en el estudio de las desigualdades que lentamente dejó atrás la concepción exclusiva de la economía, enfocada en la desigualdad de ingresos, para adoptar una versión más inclusiva (para una visión general Costa, Jelin y Motta 2017, Bashi-Treidler y Boatcă 2016, Guidetti y Rehbein 2014). Ésta se basa en el hecho de que desigualdad se puede expresar en diferentes dimensiones, es decir, es multifacética y no se limita únicamente a los ingresos o la riqueza individuales.
Varios autores han elaborado tipologías para capturar las diferentes desigualdades que existen. Therborn (2013) ha ofrecido una clasificación tripartita de las desigualdades, teniendo en cuenta las dimensiones básicas de los seres humanos como organismos, personas y actores. Estas son:
Se refiere a desigualdades en las oportunidades de vida entre seres humanos. Tiene que ver con desigualdades en las tasas de mortalidad, tasas de malnutrición, esperanza de vida, expectativa de salud (años de vida libres de enfermedades graves), y otros indicadores (el peso al nacer, patrones de crecimiento infantil, etc.).
Se refiere a desigualdades en el reconocimiento de derechos de personalidad (autonomía, dignidad humana, libertades, derechos de respeto y desarrollo de la personalidad). Están por lo mismo muy asociadas a la discriminación legal (la negación del estatus legal de persona a los esclavos africanos hasta finales del siglo XIX en América Latina, o la restricción de libertades y la prohibición del voto a las mujeres hasta mediados del siglo XX), pero también a las desigualdades simbólicas, sicológicas y culturales (estigmatización, misoginia, racismo).
Braig et al. (2015) diferencian en desigualdades socio-económicas, desigualdades socio-políticas y desigualdades socio-ecológicas (o socio-ambientales). Mientras la primera categoría incluye asimetrías en cuanto al accesos a medios económicos (ingresos y riqueza), la segunda categoría problematiza las desigualdades con respecto a recursos de poder (i.e. políticos). Se basa en la observación de que las personas pueden ser desiguales con respecto al acceso a recursos de poder y sus posibilidades de influir en el entorno en el que viven (Kreckel 2004). Además, se puede concebir las consecuencias de desigualdad de decisiones políticas como desigualdades políticas (Dubrow 2015). Bajo condiciones de alta desigualdad, los grupos o individuos menos privilegiados y pobres no tienen las mismas oportunidades de participación y decisión que los individuos con más recursos porque tienden a vivir en áreas marginadas, carecen de acceso a información y formación y no disponen de recursos o contactos necesarios que les permitan hacer escuchar sus voces. En consecuencia, muchas veces no se toma en cuenta sus necesidades y aspiraciones. Además, existe evidencia que los responsables de la toma de decisiones tienden a velar más por los intereses de la clase media y alta (Bartels 2008; Gilens 2012; Volscho y Kelly 2012).
El tipo de “desigualdades socio-ecológicos” recoge un aspecto nuevo e incluye la relación entre seres humanos y la naturaleza en el estudio de las desigualdades. El concepto se refiere a asimetrías en cuanto a la posibilidad de vivir en un medio ambiente limpio y saludable. Tanto los efectos del cambio ambiental a nivel global (cambio climático) como los peligros para el medio ambiente que emanan desde la producción industrial y de la mercantilización de la naturaleza, por ejemplo, en las industrias extractivas, impactan a las sociedades de una forma desequilibrada. De esta manera refuerzan antiguas desigualdades o crean nuevas. Debates académicos en torno a los conceptos de la justicia ambiental o la ecología política se han dedicado plenamente a este tema. Mientras la primera se centra en la relación entre pobreza y riesgo la segunda apunta a entender cómo el acceso al conocimiento y el control de la naturaleza se encuentran mediadas por las relaciones sociales de poder (Dietz y de Losada 2014).